Hasta 15 personas residen en cuevas en los barrancos próximos a Los Lavaderos
Desde el exterior de la cueva de Borja y Valentina, paradójicamente, se divisa uno de los barrios residenciales más exclusivos de Santa Cruz de Tenerife, Pino de Oro. Y junto a Pino de Oro, a pocas calles de distancia, Los Lavaderos, un entorno deprimido de la capital. Así de diversa es una de las zonas menos transitadas de la ciudad, en la que mansiones y vehículos de marcas de lujo conviven con las casas improvisadas en cuevas que se confunden con la piedra viva de los barrancos. Es justamente ahí, en pleno salto de agua, donde esta pareja de jóvenes residen.
Borja, de 24 años, nació en Canarias. Vive con su novia Valentina, de 32, italiana. Ambos están en situación de desempleo. Valentina es beneficiaria de la Prestación Canaria de Inserción y consiguen llegar a final de mes vendiendo artesanía. Al igual que las, aproximadamente, 15 personas que viven en estos barrancos, no tienen ni luz ni agua ni ningún tipo de servicio municipal. Eso sí, Borja ha conseguido empadronarse en el Ayuntamiento chicharrero. En el registro aparece como residente en una cueva.
La pareja asegura no quieren hacer pública la situación de las personas que viven en los barrancos por ellos mismos, sino por otras personas que están enfermas, con aún menos recursos, mayores, y que sí necesitan la ayuda de las administraciones. Solo reclaman que, si el argumento es que el acceso a la Vivienda pública en Canarias es complicada, que por lo menos se les facilite el acceso al agua potable en algún enclave próximo a las cuevas.
Borja y Valentina aseguran que no tienen problemas con los vecinos que viven en este entorno y que ellos mismos se han encargado de limpiar los senderos y el cauce del barranco para evitar problemas con el agua en época de lluvias. Dicen que la forma de vida que llevan es parte de su filosofía, aunque les gustaría tener una mejor calidad de vida. En el caso de Valentina, trabajó en la industria turística durante años antes de que la crisis económica golpeara a nuestra comunidad, pero la precariedad laboral y el desempleo generalizado la obligaron a dar un giro radical a su vida. Las deudas la estaban ahogando y temía perderlo todo. Borja tiene estudios vinculados a la imagen y el sonido y dice no perder la esperanza de encontrar una oportunidad en la vida para salir adelante.
En estos barrancos próximos a Los Lavaderos, a los que se accede por estrechos senderos, también se pueden encontrar pequeños terrenos con animales y huertas de cultivo. Se tarda aproximadamente 40 minutos desde el entorno del Hotel Mencey hasta la puerta de las cuevas. En días cálidos como estos, transitar por aquí se hace complejo, y más para las personas de edad avanzada, que son la inmensa mayoría. Los motivos que han traído hasta las cuevas a las personas que allí residen son casi siempre los mismos: muchos lo hacen como única alternativa a una situación económica límite, antes la cueva que la calle.
Lo cierto es que en este punto de la capital tinerfeña se palpa, de un solo vistazo al frente, la riqueza y la pobreza. Los que más y los que menos tienen conviven, cada uno con su realidad, en un mismo espacio. A espaldas, pero con vistas, a la ciudad, y ante el desconocimiento del resto de vecinos de que estas historias existen, y las tenemos muy cerca.