María tiene la luz cortada y acude a buscar agua a un parque en Los Andenes
Sociedad
21 may. 2015

Familias que no entienden de brotes verdes

María de la Luz es una vecina del lagunero barrio de Los Andenes. Tiene 34 años y desde hace 2 vive de ocupa con su pareja y sus dos hijas menores de edad en una vivienda que encontró vacía. Su vida dio un giro radical cuando hace dos años su pareja se quedó sin empleo. Era pulidor y cobraba un buen sueldo con el que pagaban el alquiler, pero la falta de trabajo en el sector lo dejó en paro y las deudas empezaron a acumularse. “Llegó un momento en que teníamos que optar entre comer o pagar el piso porque el dinero no nos daba para todos los gastos”, cuenta María de la Luz.

La situación límite en la que se vieron sumergidos provocó que abandonaran el piso de alquiler y se vieran literalmente en la calle. Un familiar pudo recoger a la familia durante algún tiempo pero la falta de espacio en la vivienda obligó a María de la Luz y su pareja a meterse en una casa que no era de ellos “pero que era la única alternativa”. La vivienda está lejos de ser el hogar ideal para unas niñas menores de edad. Se acumulan las humedades, lo que queda de la instalación eléctrica está en muy mal estado y los anteriores inquilinos se llevaron consigo buena parte del mobiliario, dejando algunas dependencias como la cocina en un estado casi inservible. Durante 2 años han intentado que las administraciones pongan solución a su problema, a través de un alquiler social o con algún tipo de ayuda con la que cubrir los gastos de un piso y no tener que vivir ilegalmente. Hoy día, la familia vive con una ayuda familiar que percibe el marido de María de la Luz tras haber agotado el paro. Con poco más de 420€ tienen que hacer frente a la compra mensual, uniformes del colegio de sus hijas, gastos del colegio y del día a día. En la vivienda no hay instalación eléctrica ni suministro de agua, aunque tampoco podrían hacer frente al pago de estos servicios, por lo que cuando cae la noche se mueven por la casa con velas. Tampoco tienen agua, es por eso que María de la Luz acude religiosamente todos los días a un parque cercano a su casa a recoger agua en una fuente. En su casa acumula decenas de garrafas de plástico que continuamente llena y vacía. “No es potable pero por lo menos me sirve para duchar a mis hijas y lavar los platos y la ropa”, explica María de la Luz.

Gracias a la ayuda de organizaciones como la Cruz Roja o la Iglesia de Los Andenes, todos los miembros de esta familia pueden disponer de alimentos y productos con los que cubrir sus necesidades básicas. María de la Luz está desesperada. “Sólo queremos que el Gobierno nos eche una mano y no miren para otro lado como han hecho hasta ahora, no por mí ni por mi pareja, sino por mis hijas que no merecen vivir en estas condiciones”.